Recientemente
vi la película “Atajo hacia la felicidad”, la misma trata sobre un escritor
novato, personificado por Alec Baldwin, que le vende su alma al diablo para
obtener éxito en lo que hace. El diablo, interpretado por Jennifer Love Hewitt
(¡cuando no una mujer bonita!) le concede diez años de éxitos a cambio de su alma. El
escritor publica su primer libro que es un suceso de ventas, aunque la crítica
especializada lo destroza y la editorial ni siquiera lo lee pero como se vende
no le importa el contenido. Al pasar un tiempo el escritor se frustra porque se
da cuenta que es sólo un producto de la maquinaria comercial a la cual no le
interesa si lo que escribe es una porquería con tal de que se venda.
Me puse a
pensar sobre los libros que son éxito de ventas actualmente, que se pueden
encontrar en cualquier lado, cuando me detengo en un kiosco de diarios y
revistas, encuentro libros del tipo autoayuda (curro si los hay) por doquier, gurúes
chantas que encontraron la veta del negocio en decirle a la gente sanatas como “si te hace bien tenés que hacerlo”, “hacete cargo”, “decidite a vivir la
vida”. Publicaciones de ideas esoréticas (perdón, esotéricas), alguna estrella de
tv que tiene sus quince minutos de gloria y le publican su vida. Otros que la
van de filósofos con estupi-frases invertidas que se usaban hace cientos de
años. Gente que pretende aconsejar espiritualmente a otros cuando ellos mismos
no tienen un testimonio de vida honesta y transparente.
Justamente
todo este tipo de autores son los que tienen difusión, que los podés encontrar
en la revista Viva
de Clarín los domingos, en la página digital de Infobae, o en un programa
radial de periodismo. Todo el aparato comercial de difusión y promoción funciona para este tipo de
literatura basura.
El
personaje de Alec Baldwin se arrepintió de su contrato con el diablo, dándose
cuenta de que el éxito no siempre es sinónimo de talento, sin embargo, tristemente hoy en día
muchos piensan lo contrario.
